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viernes, 13 de junio de 2014

La vieja Meg y sus cincuenta hijas



A medianoche las brujas bailan en sus aquelarres, danzan ellas y sus sombras, bailan rondos vertiginosos alrededor de la hoguera, formando un gran círculo que aumenta y disminuye de tamaño. “Pasad, comadre, delante;”, cantan,” pasad, comadre. Y si no queréis pasar, entonces haceros a un lado y dejadme pasar a mi”, hasta que no falta ninguna por unirse al baile. ¡Ay de quien las interrumpa mientras ejecutan su rondo!
En el condado de Cumbria la encargada de dirigir la danza era una bruja llamada Meg, quien durante el sabbat reunía a todo el cónclave en un prado de la comarca. Una noche un desconocido irrumpió en el lugar de celebración, atrayendo las miradas indignadas de las brujas, que se dispusieron a descargar los más terribles conjuros sobre él.


Sin embargo, no les dio tiempo a mover los labios. Apenas detuvieron su baile fue una cuestión de segundos quedaron completamente paralizadas, incapaces de mover un solo músculo: se habían convertido en pesadas rocas. El desconocido, que no era un hombre corriente sino el sabio escocés Miguel Escoto, el más célebre y temido mago de su tiempo, las había aprisionado mediante un poderoso hechizo. Desde entonces verían pasar los siglos atrapadas en su cárcel de piedra.

Este es el origen, según la leyenda, del círculo de piedras conocido como “Long Meg and Her Daughters” (Meg la Larga y sus hijas) o “Maughanby Circle”, el cual procede en realidad de la Edad de Bronce. Su forma es ligeramente oval, con casi 100 metros de diámetro en su eje mayor, lo que lo convierte en el círculo de piedras más grande del norte de Inglaterra y uno de los seis mayores del mundo. En la actualidad lo conforman unas cincuenta piedras, de las cuales solo veintisiete permanecen erguidas. Los arqueólogos piensan que originalmente tendría unas setenta.

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